El buen samaritano marroquí, un Cuento de Navidad.

Como se perfectamente que os encanta la Navidad, os voy a explicar un cuento navideño…real.

El cuento transcurre en el barrio bilbaíno de San Francisco. Una persona pasó del drama de perder 400 boletos de lotería a la euforia de ver que, gracias a la colaboración de un ciudadano anónimo, le eran devueltos intactos. Apenas media hora después de abrir Expo Gela, un centro de información y exposición, un desconocido de nacionalidad marroquí se acercó a los trabajadores y les dijo «tomad esto, que me lo encontré el otro día», explicaba Inge Ruiz, responsable de las instalaciones. Antes de reaccionar, ya había desaparecido. En un primer momento no dieron importancia al sobre «porque viene mucha gente a dejar paquetes con folletos o carteles de exposiciones».

La sorpresa, mayúscula, se la llevaron cuando miraron más detalladamente la nota escrita a lapicero en la cubierta. «Cuarenta papeletas -de diez boletos cada una-. 8.000 euros», rezaba la inscripción. Lo primero que hicieron fue contar el interior, que estaba completo y telefonear a la administración Ortueta.

La propietaria del establecimiento, Amaia Llorente, confirmó que «un cliente los perdió el jueves o el viernes. Por la mañana los compró y a la tarde vino muy afectado porque pensaba que se los habían robado o los había perdido», explicaba, al tiempo que recordaba que «nos preguntó qué hacer y le aconsejamos denunciarlo en la Ertzaintza».

Al recibir la llamada de Expo Gela la emoción embriagó a Llorente, que lo primero que hizo fue ponerse en contacto con el despistado dueño. «Él no se lo podía ni creer, porque tenía un disgusto enorme, estaba destrozado», asegura la lotera. La mujer prefiere ver en el «singular» episodio una premonición de que «va a tocar». Pero avisa a los más supersticiosos: el 35.625 se ha agotado, porque «él se llevó los últimos», al tiempo que celebraba que «una persona altruista los haya devuelto».

En la misma línea se manifestaba Ana Reko, coordinadora de Bilbao Historiko, fundación que gestiona el centro de San Francisco. «Es una noticia positiva, para que la gente vea que también hay gente buena aquí». A su juicio, el desconocido «nos lo dejó a nosotros porque somos cercanos a ellos, formamos parte de la vida del barrio, nos ven como un punto de información muy accesible y, a veces, los vecinos vienen a charlar o a preguntar dudas sobre cualquier cosa».

Aunque abrieron sus puertas a finales del pasado julio, ya conocen a los residentes de este multicultural enclave, si bien a este joven era la primera vez que lo veían.

Pese a su admirable comportamiento, pocos en San Francisco estaban ayer al corriente de lo sucedido y un gesto de sorpresa se dibujaba en sus caras. Pero no en todas. El camarero de un restaurante próximo mantenía que «es normal. Cuando un musulmán se encuentra un euro lo tiene que devolver porque no es suyo. Es así, lo dice nuestra religión».

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Fuente: El Correo

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