Toros sobre alberos marroquís

Marruecos ha conocido un período donde se podía asistir a corridas de Toros en dos ciudades en particular: Casablanca y Tánger. Las arenas de Casablanca se encontraban en el Bulevar Anfa y se habrían construido inicialmente en madera, entre 1910 y 1920. Propiedad entonces de una familia española instalada en Marruecos desde el siglo XIX. A principios de los años 50, el edificio se reconstruye ya en obra y atrae así a los aficionados, a los toreros y a las grandes estrellas de la canción o el cine venidos del mundo entero. “¡Era espléndido! Entonces Casablanca era un pequeño París, pero mucho mejor. Los coches eran más bonitos que en París, las mujeres más elegantes, más aseadas… ”, cuenta Solange a la revista marroquí TelQuel (la antigua propietaria -hoy fallecida- del restaurante “La Corrida” de Casablanca). “Ir a la corrida se convirtió en un ritual para los de Casablanca. Era la cita obligada de la semana. Se podían ver algunos espectadores vestidos a la europea y otros aficionados, vestidos tradicionales, con sus gandouras, tarbouches…”.

El restaurante “La Corrida” fue el lugar más animado e ilustremente concurrido de toda Casablanca durante la segunda mitad de los cincuenta y toda la década de los sesenta. Por su escenario, flanqueado por tres infinitas palmeras que rozan el cielo, desfilaron gran parte de los artistas españoles con más arte de aquellos tiempos. Entre otros, allí dejaron su impronta el inconmensurable talento de Lola Flores, el duende de Juanito Valderrama, el encanto de Carmen Sevilla o el arrebato apasionado de La Chunga, La Camboria, La Coreana, El Niño Ricardo, Manitas de Plata o Pepe de Córdoba. Por sus mesas pasaron genios universales como Hemmingway o Picasso, mitos convulsivos como Brigitte Bardot o Josephine Baker y políticos de la talla de Giscard D´Estaing, Ben Bella o Ben Barka. Y de sus paredes todavía cuelgan los trajes de luces de los mejores toreros españoles de la época, testimoniando aquellas tardes de toros sobre un albero reverberante bajo la intensa luz del país alauí.

Las arenas de Casablanca se destruyeron a principios de los años 70 por orden de Hassan II al que no gustaba esta disciplina que calificaba de carnicería, según sus allegados. En la actualidad, el espacio que antes eran estas arenas es hoy un terreno vacio y abandonado. El único lugar que guarda aún viva la memoria de la tauromaquia de Casablanca es el restaurante “La Corrida” cuya decoración está realizada por las piezas de las antiguas arenas de Casablanca.

Las arenas de Tánger, llamadas también el Plaza de Toros, se construyeron al final de los años 40. En la época, 50.000 españoles vivían en la ciudad del estrecho. La inauguración de las arenas tuvo lugar en 1951 y más de 11.000 personas se desplazaron al evento. Cada domingo, la corrida se convertía en una práctica para los habitantes de la ciudad del norte. Tal como ocurrió en Casablanca, los más grandes matadores venían a torear a la Plaza de Toros. Inmediatamente después de los espectáculos, la gente se desplazaba a las carnicerías para comprar la carne de los toros matados en la arena.

Las arenas de Tánger cierran sus puertas en el momento en que el reino gana su independencia. Pero vuelven a  abrir en los años 70. Las arenas de Tánger cerrarán sus puertas definitivamente por orden de Hassan II pero no serán arrasadas, contrariamente a las de Casablanca. Hoy las arenas existen como edificio pero están abandonadas. Varios grupos Facebook reclaman hoy a una rehabilitación de estas arenas.

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